Bienaventuradas
lágrimas…
Benditas lágrimas,
parcelas listas para
empezar a sembrar
con granos que aún no
llegan,
las mismas de las que
hablo yo,
las que lloras tú,
las que sentimos
igual.
Siempre serán así
hay quien las llama,
las invoca
y luego... las
ocultamos.
Nadie las quiere
poner a prueba
sin embargo
viajan en nuestra
maleta
preparadas
para cuando haya que
sacarlas.
Las lucimos en algún
funeral,
las llamamos por nuestros
propios y raídos recuerdos añejos,
áridos de humedad,
para seguir subsistiendo.
Los más valientes las
llevan consigo
en la mano y en los
ojos.
Pero los cobardes las
apretujan
en una esponja que no
saben enjugar.
Ellas vienen del mar,
abundantes, bastas y repletas
de sal,
cada una de ellas son
como una bola de
cristal
cargada de imágenes
tan sutiles como la
magia.
Se secan tan pronto
como un largo suspiro
se atreven a salir
cuando la memoria lo nota,
cuando la luz se
enciende
cerrando los ojos
y cuando mi voz
se escucha en la
inmensidad
de los recuerdos.
La inseparable
cómplice
de mis tristezas,
la inoportuna que
delata mi amor,
pero sobre todo
aquellas
que susurran tu
nombre en mi oído,
acarician mi piel
y saborean mis
silencios...
Laura Glz. Pinto 2006
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